Al igual que ya hiciera antaño con Halloween, hoy quiero hablar de la celebrada Semana Santa, más que nada para aclarar algunos asuntos relacionados con la supuesta deuda eterna que mantenemos los españoles con la Iglesia católica por los fastuosos períodos vacacionales que disfrutamos gracias a sus tradiciones. Ningún agnóstico, ateo o laico despistadillo se sienta mal por no ir a trabajar estos días, pues esto ya se celebraba miles de años antes de que, una vez más, la Iglesia diera el cambiazo a otra festividad pagana para canalizar las ganas de fiesta del pueblo hacia actividades más convenientes.
Ostara coincidía aproximadamente con el equinoccio de primavera, y lo que en ella se celebraba no era otra cosa que la resurrección de la vida, la floración, la siembra y la fertilidad. Es una época que muchas especies animales escogen para su apareamiento y en la que se iniciaban los procesos de siembra de muchos tipos de cultivo, por lo que es una fiesta que ha ido siempre muy ligada al despertar de la vida, tras una época fría de poca actividad. En este punto de inflexión las horas diurnas comienzan a ser mayores que las nocturnas, cosa que hoy es una chufla sin importancia que incluso genera la famosa astenia y depresiones varias, pero antaño, sin PC ni nevera, era motivo de comprensible júbilo salpicoso.
En resumen: que pasado un tiempo de oscuridad y ausencia de vida, se celebra la "resurrección" de la vitalidad en los procesos naturales. ¿A alguien le es familiar?.
A mí lo que me resulta realmente gracioso es la fecha en que se celebra la Semana Santa: domingo siguiente al primer plenilunio posterior al equinoccio de primavera. Suena mogollón a rollo litúrgico-catoliciente, ¿no?. Por los cojones. Uno oye eso de la luna llena y los equinoccios y piensa en seguida en católicos cenizos con capuchas, eh? Me parece a mí que para saber exactamente cuándo nace el niño Jesús, se ponen muy opacos para hablar de la fecha de su pasión...
Al igual que ya ocurriera en Halloween, las costumbres paganas son algo más alegres y luminosas que las católicas, razón por la cual el resurgir de estas creencias es amenaza constante para los estirados enemigos de la diversión. Concretamente, en Ostara, se propone salir al campo a buscar tréboles y huevos cocidos coloreados o de pascua, que los adultos esconden a los jóvenes. Por las noches, se encendía una gran hoguera en honor a la estrella del este, Eostre, diosa sajona de la fertilidad que se traduciría más tarde también como easter, en referencia al punto cardinal. Como todas las fiestas dedicadas a deidades de la fertilidad, la castidad no era el plato fuerte de estas noches.
Estas tradiciones, al tomar como referencia a la misma naturaleza, tan presente ahora como antaño (bueno, quizá ahora no sea tan presente) podría decirse que han envejecido con mejor fortuna que las católicas, ya sea de la mano de corrientes New Age o de estudios diversos de antropología.
A mí al menos me va más lo de ir al campo en pascua que papearme una sesión de tipos siniestros encapuchados zurrándose la badana en su propia espalda, reseteando sus pecados transportando del modo más ineficiente un madero de un sitio a otro sin ningún motivo claro y viendo cómo señoras mayores sufren episodios de delirios transitorios en los que le gritan de todo a unos muñecos vestidos con ropas carísimas.
Lo de no comer carne, por otro lado, supongo que sería una restricción dolorosa para la gente pudiente del medievo, pero hoy en día no representa nada. De hecho, una hambuguesa de tofu nos puede costar el doble que una de ternera.
Y el que pasa el día subsistiendo a base de mariscadas no hace una gran esfuerzo de contención por la causa. Pero los católicos nunca han sido muy de adaptarse a los tiempos, sino más bien de repetir tradiciones y aceptar mierdas sin saber muy bien por qué.
Pero, eh, no digo que no tenga su punto, como amante de lo macabro y lo Z desde bien pequeñito, reconozco que tiene su encanto. Sólo que a esta gente hay que bajarle los humos de vez en cuando, porque son de un totalitario que da náuseas, y no hay cosa que más nos toque los huevos a los cerebrados que las imposiciones.
En fin, lo que trato con este post es llamar un poco a la tolerancia, dejando que cada cual celebre lo que quiera, y recordando que no tenemos fiestas gracias a la Iglesia, sino porque es algo inherente al ser humano desde que el mundo es mundo. Que salir a hacer senderismo en estas fechas de ni-frío-ni-calor con todo florido, pegarse un revolcón sobre la hierba con la pareja o llevarse a casa unas fotacas de alucine, es algo que bien merece unas vacaciones por sí mismo, y así lo ha entendido el hombre desde que existe sin ayuda de ninguna institución paternalista.
Fuente: La magia Wicca, de C. Wallace
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