jueves, 25 de junio de 2009

Manual del mendigo (II)


Aunque la vida de un bancario alienado y sociópata transcurre sin más pormenores que el cambio de tendencia en tareas de atención al público en tiempos de crisis, no le resulta ajena la situación del lumpen (como diría El doctor) en las putas y calurosas calles que reencuentra a partir de las 15:00 horas para salir a comer y retomar fuerzas con que asustar a sus morosos al día siguiente.
En efecto, encontramos mayor número de mendigos en estos días, no sólo en nuestras oficinas y cajeros, sino en muchos otros ámbitos de nuestra vida privada. Así que, por el momento, dejaré de hablar únicamente de los que entran cándidamente en nuestros locales a falta de que lleguen a estar incluidos algún día en los presupuestos de desinsectación y desratización de nuestro personal de mantenimiento.
Preámbulos aparte, vamos al turrón con nuevos consejazos dirigidos, muchas veces, a novatos en el oficio que han surgido como setas haciendo sofocante sacar la cartera para pagar una mierda en cualquier establecimiento.

1) Cuidemos el aspecto.
Básico, al target limosnero le entramos por la vista, lo mismo que a las tatis en las discotecas. Es importante estar al tanto de las últimas tendencias de la moda de las tiendas del centro, para alejarse de ellas todo lo posible. Si se es joven, se vestirá con ropa carroza, si se es viejo, con ropa de adolescente. Eso baja la guardia del sueltaperras y da lastimica. Cuidado con los cortes de pelo elaborados. Ellos y ellas pueden ir de peluquería todas las semanas, pero tú eres un indigente; a sus ojos, tú única necesidad a cubrir no pasa de la base rasante de la Pirámide de Maslow. Recuerda: sólo anhelas comer, beber (agua), mear, cagar y dormir en un cajero. Cumples menos funciones vitales que una cucaracha, por ejemplo.

2) El tono.
Huye de las tonalidades lastimeras propias de la Europa del este. Son demasiado afectadas, cargantes, y los telediarios los han insensibilizado completamente respecto a ello. Además, ponen de mala hostia.
Recuerda tomar Pictolines o hacer gárgaras, las voces roncas hacen pensar que vives a base de litronas, dronga y yogures de marca blanca. Nadie quiere uno de esos vivo.

3) Educación.
Esos estirados de mierda a los que les pides guita, probablemente ni te miren a la cara. Mejor así. Sé invisible para ellos, pide con corrección. Probablemente, puedas abordarlos cinco minutos más tarde y ni te recuerden, duplicando o triplicando las posibilidades de éxito.
Expresar malos deseos, cagarse en putas madres y difuntos varios fortalecen un recuerdo perenne e indeleble en la mente de nuestro target, que ya no mostrará pudor alguno en sacar sus guiles delante de vuestras narices, sudando por toda la eternidad de soltar un perrón en vuestras zarpas. Lo perdéis de por vida.

4) Evitemos el contacto físico.
Puede que vengáis de vuestra keli recien duchados con gel Deliplus, pero para esos bastardos codiciosos siempre apestaréis.
A menudo ocurre que los tipos más guarros con los alientos más extraños son los que más se empeñan en contar sus mierdas de vidas a los viandantes, siendo además los que más insisten en estrechar manos e incluso dar besos. Este tipo de mendigo lunático ha creado un trauma social imborrable con el que tendréis que convivir el resto.
Así que, ya sabéis, cuidad las distancias, no toquéis, no susurréis y no habléis de cerca. Cualquier contacto tendrá un efecto incluso peor que el de los insultos.

5) Elijamos bien a la presa.
No pierdas el tiempo con los pastosos. Esos hijos de puta no han llegado donde están a base de pensar en nadie. Conténtate con saber que, probablemente, se privan de más cosas que tú cuando llegan a casa, los muy ratas. Además, duermen peor que tú, incluso con el aire acondicionado puesto.
Pasa también del jovenzuelo con la característica cara de papa. Nunca sueltan prenda. Saben que los has escogido por su cara de apollarde, y toman el asunto como una cuestión de honor.
El mejor target es la clase media-baja, pero segura de sí misma, que de vez en cuando suelta algo en base a intrincados procesos mentales de ética y conciencia social, cosa que a ti te importa una leche. Y, por supuesto, olvídate de los bancos. Ésos no te darán nada si no es firmando un contrato con un inmueble y una avalista que lo garantice. Lo de tu situación laboral, lo mismo les suda la polla, pero no te conviene, créeme. A ellos tampoco, pero muchos todavía entran en modo berserker financiero cuando ven una operación de crédito.

6) Pasemos de los obsequios.
Nadie necesita una rosa para follar hoy en día, la gente se siente ridícula con ella por la calle y en poco tiempo se seca y se llena de bichos. Prueba con bakalas y gente que se peine con raya , o en salones de bailes garrulos, salsa, chotis y basura de esa. Con el resto de gente, no tienes posibilidad. Lo mismo ocurre con pelis, discos, y chorradas con luces intermitentes.
Los mecheros funcionan con quien fuma, pero has de dejarlos tan baratos que lo mejor es que los robes.
Las notitas con regalo de esas de "Soy sordo y te dejo este cachivache" no son creíbles, estorban y cortan el rollo. La dronga se vende mucho mejor, pero no puedes dejarla encima de la mesa ni enseñarla en un maletín abierto colgando del pecho. Además, los bakalas, los pijos malotes y la policía pueden dejarte limpio, movidos por el mismo interés.

7) No abordemos en sitios de pagar.

No te apalanques al lado de las cajas de las gasolineras o las taquillas del cine, no canses. Puede ser divertido verlos acorralados sin sus excusas de mierda, pero pensarán más en matarte que en darte algo. Probablemente dejes de escuchar excusas y se sinceren de un modo cruel. Además, no volverán por ese establecimiento, y puede que los dueños te den una manita de hostias cuando vayan a echar el cierre y haya poca gente.

En cualquier caso, sed ahorrativos y preparáos para lo más crudo de la crisis; dentro de poco, es posible que no quede a quién pedir. Es un consejazo de Bancario Sectario!

domingo, 14 de junio de 2009

Las tres caras del miedo y sus Wurdulaks


En un acto cinéfago con precedentes resulta que me merendé el otro día el remake yanki de turno sobre peli de mierdo oriental, en este caso la retorcida "Dos hermanas", que pasaba a llamarse ahora "Presencias extrañas". Así que antes de ver "No-Do" (hice voto de casposidad cuando era pequeño y no puedo dejar pasar una de miedo sin verla) y un poco harto de ver la misma basura mil veces, quería rememorar una de las grandes del género, de cuando no aburrían con la misma mierda una y otra vez, saturando con efectos digitales clónicos y recurriendo al susto fácil por shock acústico.

Una puta obra maestra, señores. Para quien no la haya visto, Las tres caras del miedo (I tre volti della paura, 1963) es algo que no debe perderse. Advirtiendo primero que hay que contextualizarla (Italia, cine giallo, los 60... aunque no tanto como en El Anticristo), la película es una gozada de buen terror convencional, gótico en ocasiones.

Antes de nada, aclarar que Mario Bava, su director, es uno de los grandes del género. Si bien en esto del terror y firmando con su auténtico nombre su legado no es muy extenso, lo poco que podemos encontrar es de lo mejorcito. La máscara del demonio, Shock (última incursión en cine de terror, si no me equivoco) y Terror en el espacio, ridícula en cuanto a efectos pero grande en cuanto a ideas, son buenos exponentes. No en vano esta última fue una de las principales inspiraciones de Riddley Scott para su famoso Alien, ahí es nada. Su hijo, Lamberto Bava, tampoco es moco de pavo, pues nos dejó perlas como Demons o Macabro.

La peli muestra ese molón formato de sketches que ya no vemos desde hace mucho y que tan bien funcionó con las estregas de Creepshow, por ejemplo, presentados por un gran Boris Karloff de un modo casposo y entrañable a partes iguales.
El primero de ellos, "El teléfono" es un ejercicio de atmósfera y suspense, una mujer sola en su casa que empieza a recibir llamadas amenazantes de un extraño, el cual poco a poco demuestra hallarse cada vez más cerca de su víctima. Bien rodada, casi huyendo del ridículo, logrando su objetivo de crear y alimentar tensión, pero no obstante la más floja de las tres.

El segundo, Los Wurdulaks, es la piedra angular y principal motivo para ver esta película. Con ustedes, una de las mejores apariciones cinematográficas del mito del vampiro. Ambientación gótica de alucine, con una colorida fotografía de auténtico lujo y unos decorados que harían babear al mismísimo Poe. Para rematar, un Boris Karloff soberbio e intrigante y una historia cojonuda del vampiro que no vemos nunca en el cine: el vampiro del folclore eslavo. Si no recuerdo mal, Wurdulak es el nombre con el que se conoce el mito en Hungría. Nada de vampiros guapetones, nada de colmillos, nada de lentillas. Sólo seres malditos que vuelven de la tumba para hacer visitas siniestras y debilitar a sus familiares hasta arrastrarlos a su misma condición. Basado en un relato de un tal Alekseï Konstantinovich Tolstoï (no confundir con el famoso León Tolstoi).
En un pueblo y época remotos de la geografía eslava, un viajero pide hospicio en una casa de campo o posada donde sus inquilinos, dos tías de toma pan y moja, un niño y un señor con barba, esperan al patriarca de la familia. Sin embargo, ésta no es una región muy segura, y el patriarca les ha dado instrucciones: si llega pasado el atardecer, no deben abrirle, pues lo más probable es que a esas horas haya sido atacado por los Wurdulak y vuelva convertido en uno de ellos. Finalmente, llega pasado el atardecer, pero por muy poco. ¿Lo van a dejar afuera, cuando les asegura que se encuentra bien, con el frío que hace?. Lo dicho, una gozada de ambientación, exteriores, iluminación, fotografía y escenarios. Si uno pudiera correrse por los ojos, este sería un buen motivo.

Por último, y en opinión popular la mejor historia (no para mí), "La gota", historia de venganza de ultratumba de una anciana a la que le roban un valioso anillo durante su amortajamiento. Si bien no me parece tan buena como la anterior, sí que da bastante canguelo el acoso progresivo que va sufriendo la ladrona y las apariciones espeluznantes de la abuela. Cuenta con escenas en las que se da ese raro fenómeno de efectos especiales anacrónicos que producen risa y mal rollo, todo junto. La atmósfera, como en todo el título, se puede cortar con un cuchillo. También muy recomendable.

Y hasta aquí la recomendación cinéfilo-terrorífica de hoy, que espero aproveche a alguien.