domingo, 31 de octubre de 2010

Halloween vs Todos los Santos

Dadas las fechas en las que nos encontramos, me voy  a permitir un pequeño inciso para dar un poco de cera a los agrios señores que atacan la celebración de Halloween, en favor del gris día de difuntos o de Todos los Santos. Argumentan a menudo que importamos tristemente una tradición yanqui en detrimento de otra que nos es propia desde que el tiempo es tiempo, y me voy a permitir explicar aquí que eso no está nada claro.

Lo que sí tengo bien claro es el calado de esta invasión de calabazas entre el público más joven. Como suele ocurrir a menudo en las festividades cristianas y concretamente católicas, no terminan de encajar en el concepto colectivo de "fiesta". El día de Todos los Santos es, para variar, un día de caras largas, misas (con la frescura que las caracteriza), atristos postrados ante lápidas y, ya de paso, cotilleo y morbo en torno a las atenciones que reciben las tumbas. Frente a eso, tenemos la opción de la fiesta de disfraces, las golosinas y el ambiente otoñal con fruta de temporada que propone la versión anglosajona, amén de fiestorros en locales y muestras de amor por el cine de terror. ¿Por qué el joven se inclina cada vez más por la segunda opción? ¿Inexplicable fenómeno forzado por la potente maquinaria del mainstream americano que domina mentes sin fronteras...? vamos, hombre, no anden jodiendo... que el 4 de julio y el día de acción de gracias los hemos mamado en más ocasiones si cabe en la tele y a nadie le ha dado por celebrarlos... porque son un coñazo, lo han adivinado.

Pero, además, hay que reseñar qué es más auténtico y por qué. Cuando hablamos de Halloween (contracción de estas raras de All Hallow's Eve, o víspera de todos los santos) hablamos en realidad de la fiesta de Samhain, costumbre celta con más de 2.500 años de antigüedad, celebrada sobre todo en el norte de Europa y muy arraigada en Irlanda y Escocia (pero también presente en el norte de nuestra católica península, señores), en la que se celebraba el fin del año según el calendario celta. En estas fechas, de recogimiento, balance de recursos generados y preparación para el duro invierno, se creía que la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos se estrechaba, permitiendo el paso de algunos espíritus a nuestro mundo, algunos buenos y otros no tanto. La gente trataba de atraer los espíritus de los familiares difuntos y ahuyentar o esconderse de los otros, disfrazándose como ellos con motivos siniestros. Algunos de los espíritus malignos se aparecían en caminos o casas pidiendo pactar un trato bajo amenaza de maldición o infortunio, de ahí la tradición de los niños pidiendo golosinas de puerta en puerta a condición de no hacer una trastada.

Al contrario de como se dice por ahí, la fecha del día de Todos los Santos no es una desafortunada coincidencia; la Iglesia católica cambió allá por el 835 esta celebración del 13 de mayo al 1 de noviembre con toda la intención de acabar con la fiesta pagana, como hizo con tantas otras. No veo, pues, ninguna injusticia en que la fiesta original se tome su revancha después de tantos siglos de censura. Vergüenza debería darles la destrucción sistemática de cultura y conocimiento que han llevado a cabo desde su institucionalización para encima ir denunciando cualquier resurgimiento de lo que con tanta saña silenciaron.

En cuanto al supuesto origen yanqui de la fiesta, se me permita decir que han vuelto a pinchar; la fiesta, como he mencionado antes, tuvo origen en Europa, y fue exportada a América a través de la inmigración irlandesa en el año 1840, si bien no obtuvo la importancia actual hasta principios de los años 20. De allí empezó a extenderse por el resto del mundo a través de películas y similares (y por mérito propio, qué coño, es una fiesta molona donde las haya) desde los años 80 hasta la actualidad. Pero lo más gracioso es que en la misma península, en Galicia y sobre todo Asturias (zonas de mayor presencia de celtíberos), hay documentación pre-cristiana contrastada que habla de farolillos hechos con calabazas y niños pidiendo golosinas puerta por puerta, costumbres posteriormente prohibidas por la Iglesia en el s. XVIII.

Resumiendo, que no me vengan con mierdas, que me dejen disfrazar en paz y hacer lo que me dé la gana, que no iré yo a molestar al cementerio a los que quieran acordarse (un día al año) de sus seres queridos. Y no entro a opinar sobre la tronchante propuesta papal de incentivar los disfraces de santos en los niños...

De todos modos, pueden estar bien tranquilos, porque en las rigurosísimas encuestas de Antena 3 han profetizado que el 70% de los españoles no celebrará Halloween hoy (qué grandes).

Fuentes: wikipedia, cyberpadres, halloween