Esto viene a raíz de que el pasado martes (19 abril 2011) fue el día en que Skynet tomó conciencia de sí mismo, iniciando de este modo el terrible día del juicio final que dividiría a hombres y máquinas en una cruenta guerra gestada en singular escenario distópico postapocalíptico.
En 1991, James Cameron y William Wisher Jr. pensaron, como muchos otros, que en cosa de 20 años la ciencia obraría prodigios que cambiarían su modo de vida para bien o para mal, como es el caso. Y es alucinante cómo visionarios artífices de la ciencia ficción de épocas viejunas dieron en el clavo novela sí, novela no (caso jodido de Julio Verne, que no sólo adelantó acontecimientos, sino que además dio ideas) mientras que, con el paso del tiempo, los escritores contemporáneos de mentes más abiertas han ido dirigiendo sus historias a derroteros más absurdos y esquizoides. Espera, ¿absurdos? ¿Era lógico pensar en 1865 que el hombre llegaría a la luna en un cohete espacial lanzado cerca de Cabo Cañaveral? No, era una cosa jodidamente entretenida de leer, y la gente se conformaba con soñar sin temor a que los señalaran con el dedo acusándoles en términos que aún no se habían inventado.
Oh, sí, tuvo que transcurrir un siglo más menos desde que se publicara la novelilla, pero ¿cuántos postulados futuristas de principios de siglo XX habrán cuajado en la actualidad? ¿Dónde están los robots humanoides que nos iban a limpiar la casa y pasear a nuestros perros (si se dejaran)? ¿Por qué a nadie se le ocurrió que tendríamos internet? Es más, ¿cómo es posible que ningún escritor inspirado soñara con tener en sus manos algún día un puto iPad 2? Bueno, a lo mejor es porque pensaban que para los dos miles habría cambios importantes, avances de esos que hacen que la gente viva mejor. Pensaron que sus parafilias robóticas no serían posibles sin una evolución en la mentalidad del ser humano. Julio Verne, sin ir más lejos, imaginó una ingenua fraternidad entre países, aberrantes colaboraciones conjuntas de grandes superpotencias, descabellados objetivos comunes entre gobiernos honrados ridículamente dedicados a su pueblo... ¿hace falta que siga?
Pobres, no llegaron a conocer la corporatocracia. No pudieron sentir el anhelo de tener en sus manos un teléfono móvil con un tamaño retroevolutivo que lo hacía menos móvil, pero con todas sus limitaciones.
No pudieron soñar con coches impulsados por... sí, el mismo carburante de mierda, pero con un motor de burdas explosiones muy silencioso!
No fueron capaces de vaticinar un futuro ideal con sofisticados productos financieros, tan necesarios para la transformación de recursos en bienes de consumo. De hecho, ¿cómo pudieron plantearse un proyecto de ingeniería como un cohete espacial sin una adecuada financiación a varios años? ¿En qué cabeza cabe? ¿Quién iba entonces a lucrarse de ello sin aportar nada útil? ¿Cómo se les pudo escapar algo tan fundamental?
Creyeron que los aparatos tecnológicos serían robustos y punteros, que serían fieles aliados de sus dueños durante años y años, sin pararse a pensar ni por un instante en lo excitante y agradecido que es cambiar de móvil cada año!
Se olvidaron completamente de la iglesia católica en sus alocadas paranoias exotópicas... ¿Qué sindios libertino es ese futuro en el que la espiritualidad fluye alocadamente por diversificadas variantes, sin ningún tipo de contención al pensamiento y la innovación? ¿Cómo podría nunca la humanidad progresar sin el adecuado miedo a ser feliz? Nada, todos muertos. Suerte que se equivocaron.
Divagaron en exceso sobre las fuentes de energía con ideas obtusas de energía ilimitada poco definidas, cuando lo lógico era pensar en la construcción de estructuras potencialmente humanicidas que generaran electricidad (y no otras cosas raras) a chorros. ¿O pensaban que nuestra actual vida idílica dotada de los más asombrosos y útiles prodigios tecnológicos funcionaría sola?
Fantasearon con estrambóticos sistemas de comunicación holográficos que presentaban insulsas figuras comunicando pragmáticos mensajes cuando se podía intuir que lo importante no era la forma, sino el contenido. Una pantalla plana, pero con información basura. Una escueta visión de la granja humana que presenta Tele 5 cada tarde, podría haber llevado estos relatos hacia conclusiones de una trascendencia impensable en esa época.
Pues sí, los escritores de principios de siglo obviaron algo que habían tenido delante de sus narices durante todo el tiempo: el dinero, que no crece en los árboles, y su consiguiente sistema económico-financiero que aceleraría la evolución y el progreso hasta los insospechados niveles actuales. Y las empresas, que evolucionarían naturalmente hacia monstruos corporativos omnipotentes conocedores de las auténticas necesidades y anhelos humanos, volcadas por completo en el bien común.
En cuanto a las pamplinas esas de los robots, la vida contemplativa, el desarrollo intelectual y la exploración del universo, prorroguémoslo mejor mil años más, que está demostrado que no hay ninguna prisa, ¿verdad?.
Y quien diga que esto no es el futuro, que se atreva a decírmelo montado en un Segway.
P.D. El corrector ortográfico de Blogger me indica que financiación está mal escrito. Me propone en su lugar fornicación. Creo que me estoy ablandando con el tiempo...
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