domingo, 26 de abril de 2009
Futboleros
Este tema, aparte de que me puede granjear el odio de tres de los cuatro gatos que me lean, no puede tratarse en un sólo post, es un fenómeno demasiado asombroso. Me ha venido a la mente recientemente porque el otro día reparé en la sobreactuación de un futbolista al que habían hecho una falta, viendo el telediario. Seguramente, me pilló falto de reflejos, y no cambié de canal cuando empezó el bloque deportivo. Nunca entenderé por qué, en todos los informativos, donde se supone que se informa de noticias que afectan al interés general de la población, existe un bloque fijo bien diferenciado dedicado a los deportes televisados, en una proporción de mitad y mitad. Yo soy la prueba viviente de que se puede ir tranquilamente por la calle sin saber una mierda sobre eso.
Nunca he entendido el vouyerismo deportivo, porque me aburre lo mismo ver un partido de fútbol que una partida de dominó. Es tan simple como que si yo no participo, no me interesa.
En cuanto al concepto de espectáculo, no cumple con mi mínimo de exigencia para aplicarlo al caso (al igual que el dominó :)).
Pero claro, es que es un fenómeno social. Otra particularidad mía, que no me dejo arrastrar si no tengo un motivo, y no he encontrado nada que me atraiga de todo esto. Las masas acceden a un estado de semiconsciencia colectiva prehistórica, que les aúna las voces en esos cánticos sin apenas vocalizar, con su característico tono mongoloide de lo-lo-ló. Encajan a duras penas frasecillas de chirigota en una de las 2 ó 3 tonadas que siempre emplean para vitorear (El banco de Chanquete, nosequién vete ya y algún otro hit que no recuerdo). Mientras tanto, los presidentes de los clubes mueven los hilos del rebaño y exigen sus diezmos a los asociados, amasando ingentes fortunas cual institución religiosa. Ellos, por su parte, se dejan marcar como ganado, con tatuajes los más extremos y con camisetas, bufandas y gorras los más moderados. Esto último constituye la indumentaria básica de sometimiento al líder y extinción del ego.
Pero lo que me llamó esta vez la atención: la hipérbole del dolor en el campo, esa exageración patética y de obligado cumplimiento ante una acción sucia, como si la tarjeta del árbitro viniese determinada por la cantidad de daño recibido. La misma función para una palmada en la espalda que para una tibia que rasga la carne. Además, de qué coño están hechos los profesionales? no deja de asombrarme la fragilidad de sus huesos, cómo se tuercen tobillos con traspiés de lo más normales, se fracturan huesos sin que nada los toque o se machacan rótulas por una caída de rodillas en el césped... estará guionizado? en fin, eso se lo dejo a los médicos.
Porque recuerdo haberme dado más de una buena hostia y más de dos frontalmente corriendo contra otro, con cierta edad (porque jugar activamente sí me gusta), haberme machacado el pie contra el balón y el pie de otra persona, y no pasar la cosa de un "sssssh- aaaaaaah!" (léase a lo Peter Griffin). El gilipollas futbolero de turno se distinguía en seguida porque, ante algo así, daba varias vueltas por el suelo hecho un ovillo y pasaba el resto del partido arremangado y cojeando. Con suerte tendría una mierda de moradura, que no haría cojear ni a Mary Poppins, pero son cosas de la absurda épica futbolera.
En fin, por hoy me he quedado agusto. Con esto no creo que tenga que tocar el tema en mucho tiempo. A no ser que un día de estos me quiten algo interesante de la programación para plantarme el puto pasto verde, que es algo que me hace provocar poltergeists.
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2 comentarios:
Estoy de acuerdo, ya sabes (sólo comento para aprovechar que ya tengo ID xD).
wapo! :*
Tú eres el cuarto gato, el que está de acuerdo con lo que he puesto XD. Wapa! :*
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