Como profesional de la banca que se ve forzado a tocar los cojones a la gente para venderles productos por teléfono, me picó la curiosidad para ver dónde estaba la venta, y di cuatro datos falsos y un número de tarjeta virtual (de las que, si no recargas, no te birlan nada), bajo la promesa de que me podía echar atrás si no me molaba el negocio.
Una cosa sabía con certeza: aquella mierda no me interesaba en absoluto. No hace falta ser comercial para saberlo, es de una lógica aplastante. Y aquí hago un inciso.
Cuando una empresa llama a nuestra casa, sabemos que nos va a ofrecer algo que no nos interesa un mierda. Por qué? sencillamente, porque se han molestado ellos. Si se tratase de algo que necesitamos o nos interesase, seríamos nosotros los que moveríamos primero.
Es lo que algún gilipollas integral (de esos que ponen nombres sofisticados a perogrulladas de toda la vida) ha resuelto en llamar "venta proactiva". Si el cliente no viene a nosotros (porque no necesita nuestra mierdas, no lo olvidemos), nosotros vamos al cliente. Ya no se trata de informar al cliente de lo que ofreces por los canales tradicionales para que sea él quien acuda a tu establecimiento si se siente tentado, no. Ahora hay que irrumpir en la vida del cliente y exigirle un no por respuesta para que se salga de rositas, machacando todo lo posible para que consienta por extenuación.
Total, que una vez me explica de qué va todo bien bien, y tras darme una página web del sitio y todos sus datos, resulta que es una mísera empresa de peña de apuestas de loterías, pagas un tanto a la semana y participas en tropecientas participaciones.
Eso, de por sí, no es demasiado interesante y, a no ser que estés familiarizado con ese tipo de trapicheos, no se te ocurre ir y apuntarte. Es mejor que te llamen por teléfono y te vendan la participación como una especie de premio exclusivo. O lo que es lo mismo, como el producto no es atractivo, recurren al engaño. Como es lógico, pedí baja inmediata (y no me preguntaron siquiera, los muy bastardos, cómo lo sabían).
Recuerdo que en la carrera de A.D.E., la mayor estafa de la historia de la docencia, nos hacían mucho hincapié en que, con el tiempo, las técnicas de marketing habían cambiado y, actualmente, la tendencia era la de investigar las necesidades del cliente y diseñar el producto en función de aquello, más que diseñar el producto primero y encasquetarlo después con publicidad. Grandísima patraña la que nos intentaban colar esos bastardos, pues me ha quedado muy clarito que lo que se hace hoy en día es todo lo contrario, y cada vez más. Por eso en este y otros países la simpatía y el grimosamente llamado don de gentes abren más puertas que el talento, el saber hacer y las ganas.
El problema, personas, es que esta mierda funciona.
Si todo el mundo tuviera los dos dedos de frente necesarios para entender lo expuesto más arriba, la figura del comercial estaría, en estos términos de venta, extinta. Por eso hago desde aquí un llamamiento a los cuatro gatos que me lean para que manden a comer mierda a cualquiera que llame a nuestra puerta o nuestro teléfono sin ser invitado, dando recuerdos a sus jefes (muy importante :P). La mayoría de las veces es necesario crear un mal rollo manifiesto en la conversación para decir que no. Están entrenados para ello, no dejan otra opción, a sabiendas de que algunos picarán para evitar un tono incómodo. Sin piedad. Estos simpaticosos tienen los oídos pelaos de recibir insultos. Convenzámosles de que esta mierda no funciona.
