domingo, 12 de diciembre de 2010

El infinito estómago del rebaño.


(Entiéndase rebaño en su acepción Z acuñada recientemente por Robert Kirkman en no recuerdo qué número de su Walking Dead). ¿A qué viene este arranque sociopato-pesimista del título? Pues a que uno está harto de ver cómo surgen voces documentadas denunciando atropellos inaceptables, pruebas irrefutables que desde internet abofetean a los internautas con verdades como puños y sospechas bien fundadas que devienen en verdades contrastadas, abocadas al completo olvido "cortoplacista", que es uno de los conceptos que mejor se manejan en economía en la última década.

Después de que Wikileaks destapara algunos trapos sucios que, todo hay que reconocerlo, poco había que no se sospechase ya (aunque no debemos negar el valor de tenerlo confirmado y probado), el pueblo es conocedor de hechos bastante flagrantes, como en nuestro caso el encubrimiento del caso Couso o el carácter de encargo americano que reviste la terrorífica Ley Sinde. Tras esto, no sólo el pueblo pasa de preocuparse por saber nada, y denunciar menos, sino que la esfera política, conocedora de esto, se pone chula y se atreve a amenazar y presionar a los delatores con rapidez, antes de que algún zombi se acuerde de lo que era en vida y reaccione de algún modo imprevisto.

 Julian Assage ha sido detenido, entregándose él mismo ante el temor a ser ajusticiado por vías extraoficiales. Las acusaciones, que vienen de Suecia, se pasan por el forro la presunción de inocencia con un despliegue policial de ámbito internacional (soltando los chuchos de la Interpol, nada menos) por un supesto delito de acoso sexual a dos muchachas, una de ellas supuestamente vinculada con la CIA, para más cojones, que no querían denunciar nada al respecto en un principio. ¿Alguna vez vieron a la Interpol dando caza y captura a un sujeto por un delito local de acoso sexual no probado?. Yo tampoco. El mensanje es claro: no importa lo legal que creas que es lo que estás haciendo, con la cúpula política no se mete nadie. Es más, nadie critica ni cuestiona la cúpula política. Y menos con pruebas, claro.

Pero déjenme recordar algo: lo políticos están ahí para representarnos, para servirnos. Están ahí porque nosotros, el pueblo, lo hemos decidido. Cobran lo que cobran porque tienen que tomar decisiones duras y responder por ellas. Y dejarán de estar ahí cuando nosotros lo decidamos. Para que esto sea así y funcione, el pueblo debe saber con total claridad qué demonios están haciendo sus representantes con el poder que se les ha otorgado. Y si hacen algo que no está claro, y más si lo hacen a escondidas, deben de responder ante el Poder Judicial, ése del que parece que todos nos hemos olvidado, pero que es quien en realidad debe decidir tanto sobre Assange como sobre los políticos que lo persiguen con amenazas de muerte. ¿Quién coño se creerán que son para amenazar de muerte a nadie? ¿Y qué hace la gente que no pide cabezas, antorcha en mano?

Ayer precisamente la cosa iba de eso, de gente enfurecida reunida en puntos clave de las principales ciudades españolas, pidiendo explicaciones en los respectivos consulados suecos sobre la detención ilegal de Julian Assange.  Me pasé por la que me correspondía, y pude constatar una afluencia de más de 200 personas, quizá 300, para un evento organizado en dos días del que la mayoría de gente no sabía nada. No está mal. Era un poco lo de siempre, estudiantes de derecho y periodismo con ganas de destacar, antisistema de todas las clases apoyando el tema y algún exaltado con no-se-sabe-qué ideología detrás y muchas ganas de organización. Pero al fin y al cabo todos unidos por una causa que pronto será de todos (y si no, esperen a ver qué trae la reforma del código penal). Algunos de ellos participantes de los ataques de Anonymous a las entidades que sin razón objetiva negaron sus servicios a Wikileaks, demostrando con su miseria moral y servilismo político a quién deben su existencia.

Lo cual da cierta esperanza y, aunque el daño real que Anonymous hace a estos monstruos totalitarios es discreto, es una muestra del poder del pueblo. Si 5.000 personas en todo el mundo fueron capaces de tocar los cojones a gigantes de la talla de VISA o Mastercard, con sólo una coordinación de la mitad de la gente cerebrada y alfabetizada del mundo podríamos lograr un mundo habitable en el que rija la lógica y se de prioridad a lo que de verdad importa. Y sin violencia alguna, que es lo mejor. Sólo se trata de enterarse. Y eso que parece que, a partir del 23 de diciembre, tras la famosa reforma que nos van a colar de tapadillo, los ataques de entradas coordinadas a servidores serán delito. Traquilos, encontraremos la forma.
Pero antes tendremos que averiguar hasta dónde llega el fondo estomacal del rebaño zombificado por los medios.
Y espero hablar de otra cosa en el próximo post, en serio.

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